Actúan estimulando directamente los receptores dopaminérgicos, que se encuentran en la membrana celular de neuronas de proyección estriatales. Existen diferencias entre los distintos agonistas dopaminérgicos en base a su afinidad por los diferentes subtipos de receptores (D1, D2 o D3), su estructura química (ergóticos y no ergóticos), afinidad por los receptores y vida plasmática media. Los agonistas ergóticos (bromocriptina, lisuride, pergolida y cabergolina) pueden producir reacciones fibróticas serosas o valvulares cardíacas por lo que su utilización en la clínica es muy escasa y son siempre fármacos de segunda elección. Cuando se utilizan es necesario realizar una ecografía cardíaca cada 3 meses.
Los no ergóticos (ropinirol, pramipexol y rotigotina) son los más utilizados. Todos ellos han demostrado ser eficaces en el tratamiento de la EP inicial, sin que existan datos que indiquen la superioridad de uno frente a otro con respecto a la mejoría de los síntomas parkinsonianos o menor incidencia de discinesias. Algunos estudios han demostrado que pramipexole tienen una cierta accción antidepresiva y mejora también la apatía. Rotogotina mejora las escalas de sueño, la acinesia matutina y también el humor, por lo que estaría indicado en pacientes con EP y problemas nocturnos. La rotigotina se administra en forma de parches subcutáneos lo que es de utilidad en el post-operatorio de los pacientes con EP o en sujetos con intolerancia gastrointestinal. Existen en el mercado preparados de ropinirol y pramipexol de liberación retardada. Las dosis aconsejadas son equivalentes a las utilizadas en el caso de preparados de liberación inmediata. Los preparados de liberación retardada se administran en una sola dosis por la mañana.
Los agonistas dopaminérgicos producen más efectos secundarios que la levodopa y los más frecuentes son: náuseas, vómitos hipotensión ortostática, edemas maleolares, alucinaciones, ataques de sueño y trastornos del control de los impulsos (ludopatia, conductas de hipersexualidad, comidas compulsivas en forma de atracones, ect). El trastorno del control de impulsos es más frecuente en varones jovenes y su aparición obliga a disminuir o interrumpir el tratamiento con agonistas dopaminérgicos. Algunos casos mejoran con Amantadine. Los agonistas dopaminérgicos nunca deben retirarse de forma brusca ya que pueden aparecer síntomas de gran apatia y ansiedad de difícil control (síndrome de retirada brusca de agonistas dopaminérgicos) o un síndrome neuroléptico maligno (menos frecuente). Los agonistas dopaminérgicos son los fármacos de elección y en monoterapia en el tratamiento inicial pacientes con EP de inicio antes de los 65 años ya que producen menos compliaciones motoras (flututaciones y discinesias) que la levodopa. Aunque en un principio se hipotetizó que esta menor incidencia de complicaciones era debida a una acción neuroprotectora de los agonistas dopaminergicos, estudios posteriores no han confirmado esta hipótesis.